domingo, 25 de abril de 2010

Qué difícil detenerla cuando vive con tal fuerza...


Concha Méndez
Cómo galopa la sangre

¡Cómo galopa la sangre!
¡Qué difícil detenerla
para que nos vaya al paso
cuando vive con tal fuerza!

Le he puesto duros bocados;
la he sujetado las riendas;
hay un viento que me puede
y la clava mil espuelas.
¡Yo no sé con este empuje,
yo no sé a donde me lleva!

viernes, 23 de abril de 2010

Vuelve y tómame



C. P. Cavafis
Vuelve

Vuelve muchas veces y tómame,
sensación amada, vuelve y tómame-
cuando el recuerdo del cuerpo despierta
y un viejo deseo recorre la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan
y sienten lsa manos como si de nuevo palparan.
Vuelve muchas veces y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan...

jueves, 28 de enero de 2010

Dicen que finjo o miento...


Fernando Pessoa
Esto

Dicen que finjo o miento
todo lo que escribo. No.
Yo simplemente siento
con la imaginación.
No uso el corazón.

Todo lo que sueño o vivo,
lo que me falla o termina,
es como una terraza
sobre otra cosa aún.
Esa cosa es la que es bella.

Por eso escribo en medio
de lo que no está cerca,
libre de mi titubeo,
serio de lo que no es.
¿Sentir? ¡Sienta quien lee!

lunes, 4 de enero de 2010

Concurso de disfraces


"A la gente no le gusta cuando hablo así. Chinaski, cortala, dicen, no eres tan grandioso. Pero joder, no estoy hablando acerca de ser grandioso."

Charles Bukowski

Un grotesco concurso de disfraces... es en lo que se ha convertido la "búsqueda de identidad"; carnavalezcas vidas cubiertas de maquillaje barato, vestidas con trajes rellenos de tercas pretensiones. Con la reflexión apagada por las risotadas, los aplausos, por el frenético ir y venir de máscaras y risas...

Másacaras cada vez más duras de mentira, losas cada vez más pesadas de engaño, la mierda traición a sí mismo oprimen nuestro ser más profundo, el real y auténtico. Su resultado, quizá el más desastrozo: Expresiones de amor, de arte, las manifestaciones culturales propias del ser humano, devaluadas por la falta de sinceridad...




sábado, 26 de diciembre de 2009

Me dió miedo, no sabía porque...



¿Dónde he leído este nombre? ¿Athanasius Pernath?
Yo creo, creo que hace mucho, mucho tiempo, en alguna parte, tomé otro sombrero, por confusión, comprobando asombrado que me sentaba tan bien, teniendo, como tengo, una forma de cabeza tan especial.
Y miré en el sombrero y entonces - Sí, sí, allí estaba en letras doradas la etiqueta sobre el forro blanco:

ATHANASIUS PERNATH

Me asusté del sombrero y me dió miedo, no sabía porque.

De El Golem (fragmento) de Gustav Meyrink

jueves, 24 de diciembre de 2009

El viento sopla fuerte esta noche...



Bukowski
Vivir de cubos de basura

El viento sopla fuerte esta noche
Y es viento frío
Y pienso en los chicos
De la calle.
Espero que algunos tengan
Una botella de tinto.

Cuando estás en la calle
Es cuando te das cuenta de que
Todo
Tiene dueño
Y de que hay cerrojos en
Todo.
Así es como funciona la democracia:
Coges lo que puedes,
Intentas conservarlo
Y añadir algo
Si es posible.

Así es también como funciona
La dictadura
Sólo que una esclaviza
Y la otra destruye a sus
Desheredados.

Nosotros simplemente nos olvidamos
De los nuestros.

En cualquier caso
Es un viento
Fuerte
Y frío.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Ya no era un libro lo que me hablaba...


Y seguí leyendo y leyendo.
El libro me hablaba, como en sueños, solo que con mucha más claridad. Y afectaba a mi corazón como una pregunta.
De una boca invisible fluían las palabras, revivían y venían hacia mí. Se volvían y cambiaban ante mí, como esclavas vestidas de colores, y después caían al suelo o desaparecían como el vapor irisante en el aire y hacían sitio a la siguiente. Cada una tenía, durante un momento, la esperanza de que yo la eligiera y renunciara a ver la siguiente.
Había algunas entre ellas que aparecían vanidosas como pavos, con preciosos vestidos y cuyos pasos eran lentos y medidos.
Otras como reinas, aunque envejecidas y desgastadas, con los párpados pintados - con un gesto de doncella en la boca y cubiertas las arrugas con una pintura horrible.
Yo pasaba mi vista sobre ellas hacia la siguiente y mi mirada pasó sobre largas filas de rostros y figuras grises, tan vulgares y sin expresión, que parecía imposible grabarlas en la memoria.
Trajeron entonces a rastras a una mujer, totalmente desnuda y tan gigantesca como un legendario coloso de hierro.
La mujer se paró un segundo ante mí y se inclinó hacia mí.
Sus pestañas eran tan largas como todo mi cuerpo y señaló, muda, el pulso de su mano izquierda.
Sonaba como un terremoto y sentí que en ella estaba la vida del mundo entero.
Desde lejos vino de prisa una procesión de corimbantes.
Un hombre y una mujer se abrazaron. Los ví venir desde lejos y la fila se acercaba cada vez más con un ruido ensordecedor.
Entonces oí la vibrante canción de las estáticas muy cerca de mí y mis ojos buscaron a la pareja abrazada.
Pero ésta se había convertido en una sola figura y estaba sentada, medio masculina, medio femenina - un hermafrodita -, en un trono de nácar.
Y la corona del hermafrodita acababa en una tablilla de madera roja, en la que el gusano de la destrucción había roído misteriosas runas.
Detrás, envuelto en una nube de polvo, se acercaba trotando un rebaño de ovejas pequeñas y ciegas: los animales que, como alimento, llevaban al gigante hermafrodita en su séquito para mantener a su grupo de corimbantes.
A veces, entre las figuras que surgían de la invisible boca, había algunas que venían de las tumbas - un paño cubriendo su cara.
Y se paraban ante mí y dejaban caer bruscamente sus velos y miraban fijamente con ojos rapaces mi corazón, de tal forma que un terror helado me subía a la cabeza y la sangre se me estancaba como un río ante las rocas que caen del cielo - en medio de su lecho.
Una mujer pasó volando ante mí. No ví su rostro pues ella lo retiró; llevaba un abrigo de lágrimas, fluyendo.
Cabalgatas de máscaras pasaban bailando y riendo sin preocuparse de mí.
Sólo un pierrot se vuelve pensativo y regresa hacia donde yo estaba. Se planta ante mí y se mira en mi cara como si fuera un espejo.
Hace gestos tan raros, levantando y moviendo sus brazos - unas veces con recelo, otras con rapidez -, que se apodera de mí un fantasmagórico deseo de imitarle, de guiñar los ojos con él, encoger los hombros y hacer gestos con la boca.
Pero otras figuras que vienen por detrás le empujan impacientes a un lado, pues todas quieren llegar a verme.
Pero ninguno de estos seres tiene consistencia.
Son perlas resbaladizas, ensartadas en un hilo de seda, notas de una melodía que fluyen de la boca invisible.
Ya no era un libro lo que me hablaba. Era un voz.

Fragmento de El Golem de Gustav Meyrink