sábado, 26 de diciembre de 2009

Me dió miedo, no sabía porque...



¿Dónde he leído este nombre? ¿Athanasius Pernath?
Yo creo, creo que hace mucho, mucho tiempo, en alguna parte, tomé otro sombrero, por confusión, comprobando asombrado que me sentaba tan bien, teniendo, como tengo, una forma de cabeza tan especial.
Y miré en el sombrero y entonces - Sí, sí, allí estaba en letras doradas la etiqueta sobre el forro blanco:

ATHANASIUS PERNATH

Me asusté del sombrero y me dió miedo, no sabía porque.

De El Golem (fragmento) de Gustav Meyrink

jueves, 24 de diciembre de 2009

El viento sopla fuerte esta noche...



Bukowski
Vivir de cubos de basura

El viento sopla fuerte esta noche
Y es viento frío
Y pienso en los chicos
De la calle.
Espero que algunos tengan
Una botella de tinto.

Cuando estás en la calle
Es cuando te das cuenta de que
Todo
Tiene dueño
Y de que hay cerrojos en
Todo.
Así es como funciona la democracia:
Coges lo que puedes,
Intentas conservarlo
Y añadir algo
Si es posible.

Así es también como funciona
La dictadura
Sólo que una esclaviza
Y la otra destruye a sus
Desheredados.

Nosotros simplemente nos olvidamos
De los nuestros.

En cualquier caso
Es un viento
Fuerte
Y frío.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Ya no era un libro lo que me hablaba...


Y seguí leyendo y leyendo.
El libro me hablaba, como en sueños, solo que con mucha más claridad. Y afectaba a mi corazón como una pregunta.
De una boca invisible fluían las palabras, revivían y venían hacia mí. Se volvían y cambiaban ante mí, como esclavas vestidas de colores, y después caían al suelo o desaparecían como el vapor irisante en el aire y hacían sitio a la siguiente. Cada una tenía, durante un momento, la esperanza de que yo la eligiera y renunciara a ver la siguiente.
Había algunas entre ellas que aparecían vanidosas como pavos, con preciosos vestidos y cuyos pasos eran lentos y medidos.
Otras como reinas, aunque envejecidas y desgastadas, con los párpados pintados - con un gesto de doncella en la boca y cubiertas las arrugas con una pintura horrible.
Yo pasaba mi vista sobre ellas hacia la siguiente y mi mirada pasó sobre largas filas de rostros y figuras grises, tan vulgares y sin expresión, que parecía imposible grabarlas en la memoria.
Trajeron entonces a rastras a una mujer, totalmente desnuda y tan gigantesca como un legendario coloso de hierro.
La mujer se paró un segundo ante mí y se inclinó hacia mí.
Sus pestañas eran tan largas como todo mi cuerpo y señaló, muda, el pulso de su mano izquierda.
Sonaba como un terremoto y sentí que en ella estaba la vida del mundo entero.
Desde lejos vino de prisa una procesión de corimbantes.
Un hombre y una mujer se abrazaron. Los ví venir desde lejos y la fila se acercaba cada vez más con un ruido ensordecedor.
Entonces oí la vibrante canción de las estáticas muy cerca de mí y mis ojos buscaron a la pareja abrazada.
Pero ésta se había convertido en una sola figura y estaba sentada, medio masculina, medio femenina - un hermafrodita -, en un trono de nácar.
Y la corona del hermafrodita acababa en una tablilla de madera roja, en la que el gusano de la destrucción había roído misteriosas runas.
Detrás, envuelto en una nube de polvo, se acercaba trotando un rebaño de ovejas pequeñas y ciegas: los animales que, como alimento, llevaban al gigante hermafrodita en su séquito para mantener a su grupo de corimbantes.
A veces, entre las figuras que surgían de la invisible boca, había algunas que venían de las tumbas - un paño cubriendo su cara.
Y se paraban ante mí y dejaban caer bruscamente sus velos y miraban fijamente con ojos rapaces mi corazón, de tal forma que un terror helado me subía a la cabeza y la sangre se me estancaba como un río ante las rocas que caen del cielo - en medio de su lecho.
Una mujer pasó volando ante mí. No ví su rostro pues ella lo retiró; llevaba un abrigo de lágrimas, fluyendo.
Cabalgatas de máscaras pasaban bailando y riendo sin preocuparse de mí.
Sólo un pierrot se vuelve pensativo y regresa hacia donde yo estaba. Se planta ante mí y se mira en mi cara como si fuera un espejo.
Hace gestos tan raros, levantando y moviendo sus brazos - unas veces con recelo, otras con rapidez -, que se apodera de mí un fantasmagórico deseo de imitarle, de guiñar los ojos con él, encoger los hombros y hacer gestos con la boca.
Pero otras figuras que vienen por detrás le empujan impacientes a un lado, pues todas quieren llegar a verme.
Pero ninguno de estos seres tiene consistencia.
Son perlas resbaladizas, ensartadas en un hilo de seda, notas de una melodía que fluyen de la boca invisible.
Ya no era un libro lo que me hablaba. Era un voz.

Fragmento de El Golem de Gustav Meyrink

martes, 22 de diciembre de 2009

Invierno tú



Takis Varvitsiotis
Invierno tú

Invierno tú
Escafandra impenetrable
Del olvido

Saqueo de la cabellera
Que se marchitó

Osario inmutable
Duro
De esmalte

Reloj de sangre
Detenido

Ojo de vidrio
Multiplicado

Rosa de papel
Ajada
Hecha con los tizones
De los días

Chispa azul
En el yunque del año

En las pupilas
De una hermosa muchacha
Que se abre las venas

lunes, 21 de diciembre de 2009

María


Miltos Sajturis
María

María se sacaba
pensativa las medias

De su cuerpo salían
voces de otros hombres
de un soldado que hablaba como un pájaro
de un enfermo que había muerto del dolor de los corderos
y el llanto de la pequeña sobrina de María
que había nacido en esos días

María lloraba lloraba
ahora María reía
extendía de noche sus manos
se quedaba con las piernas abiertas

Después sus ojos se ensombrecían
negros negros empañados se ensombrecían

Se oía la radio
María lloraba
María lloraba
Se oía la radio

Entonces María
abría lentamente sus brazos
y empezaba a volar
alrededor del cuarto

sábado, 19 de diciembre de 2009

Antonio Machado


Antonio Machado
XLVII

Cuatro cosas tiene el hombre
que no sirven en la mar:
ancla, gobernalle y remos,
y miedo de naufragar.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Confesión


Charles Bukowski
Confesión

Esperando la muerte

como un gato
que va a saltar sobre
la cama

Me da tanta pena
mi mujer

Ella verá este
cuerpo
blanco
rígido
lo zarandeará un vez y luego
quizás:
otra

<<¡Hank!>>

Hank no
responderá.

No es mi muerte lo que
me preocupa, es mi mujer
que se quedará con este
montón de
Nada

quiero que
sepa
sin embargo
que todas las noches
que he dormido a su lado

incluso las discusiones
más inútiles
siempre fueron
algo espléndido

y esas dificiles
palabras
que siempre temí
decir
pueden decirse
ahora:

Te amo.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Crucifixión del círculo

Puta arrabalera, quiste bien incrustado en mi cerebro. He marcado la séptima cruz en el calendario. Siete cruces, una tras otra. Siete cruces sin el alivio del círculo. Algunas cruces más y mi calendario se habrá convertido en un cementerio. Y a ti te enterraré en una memoria de archivo que nadie se dignará consultar; tu sudario será mi calendario, escrupulosamente marcado.
Cruces.
Círculos.
El tiempo se ha dividido entre tus presencias y tus ausencias: una cruz si no te veo y un círculo si me brindas el honor de tu presencia. El honor de tu presencia. Días tachados y días auroleados. Cruz, círculo. Ahora acabo de marcar la séptima cruz consecutiva.
Siete cruces alineadas, siete días sin verte, sin tocarte, sin olerte, sin oírte, siete días obsesionado por una linea telefónica al extremo de la cual no apareces, siete días sumergido en el sonido estridente y reiterativo que estremece tu casa, pero absuelve a tu oído. Tengo el honor de tu ausencia, el honor de siete días marcando cruces en la más espantosa de las soledades, untándome el gaznate con los brebajes más variados, brebajes cuyo conocido y loado efecto -un progresivo alelamiento nirvanático, le vert paradis des amours enfantines- supongo consigue, pese a mi perseverancia, apartar de mí esa salpicadura de tinta espesa que borra todo lo demás. Tu rostro que ya es cruz.
Siete días masticando mi incredulidad ante tu terca ausencia, ante la ausencia total de señas tuyas.
He descubierto la inutilidad de sentarme frente al telefono y mirarlo fijamente y con intención retadora; había imaginado, no sé por qué, que el truco funcionaría. Ahora este artefacto mudo se ha convertido en el más peligroso y pérfido de mis amigos.
Habla mudito, cántame un tango.
Hace cuatro cruces me sentía perfectamente satisfecho de mi mismo; había logrado apuntalar y encorsetar mi ansiedad bien embutida en un recipiente hermético. El recipiente hermético tuvo el mal gusto de reventar como las tripas de un pollo, y el resultado, francamente hediondo, fue exactamente el siguiente:

Puedo vivir sin tí un máximo estipulado de tres días, setenta y cuatro horas de resistencia, tres magnificas cruces.

Presentaré mi caso al director del Guinness Book of Records. Una gran marca.
Podría jugar a la ruleta con mi calendario. Rojo- negro, par-impar, cruz- círculo. Todavía no me atrevo a estudiar las constantes, los eternos retornos, los ciclos, la encantadora burleta de la cruz y el círculo. Si hoy tuvieras a bien concederme el privilegio de tu presencia, la última combinación sería: CÍRCULO, CRUZ, CRUZ, CRUZ, CRUZ, CRUZ, CRUZ, CRUZ, CÍRCULO, o sea, me fustigas, me desazonas, me desordenas, me estropeas, te burlas de mí, gusanito, puta embustera, puta infecta, abyección con patas, pendoncillo vulgar. Tu pequeñez es ostensible y puntiaguda. Apenas abultas lo de un guisante y, sin embargo, como el guisante del cuento, tu pequeñez se hace dolorosa aún bajo siete colchones. Eres un tumor, una infección que muerde rápidamente y una por una todas las células de un organismo antaño vigoroso. Creo que estoy empezando a odiarte. Y hoy no has venido.
Tal vez mañana...

"La crucifixión del círculo" (fragmento) de Ligeros libertinajes sabáticos, Mercedes Abad

Flores artificiales



C. P. Cavafis
Flores artificiales


No quiero narcisos de verdad -ni me gustan
los lirios ni las rosas de verdad.

Adornan jardines concurridos y vulgares. Su carne
me da pena, dolor y hastío-
su belleza perecedera me agobia.
Dadme flores artificiales -gloria del metal y del esmalte- que
no se marchitan ni se pudren, con formas que no envejecen.
Flores de jardines maravillosos, de otro mundo
donde moran Contemplaciones, Estilos y Saberes.

Amo las flores hechas de oro y cristal,
fieles dones de un Arte fiel;
teñidas de colores más bellos que los naturales,
trabajadas con nácar y esmalte,
con hojas y tallos fantásticos.
Viene su gracia de una Estética sabia y purísima;
no brotan de la sórdida tierra ni del barro.
Si no tienen aroma, derramaremos perfume,
quemaremos ante ellas mirra sentimental.



viernes, 11 de diciembre de 2009

Al borde del camino del mundo hay un rosal...



Salvador Dalí
Al borde del camino del mundo hay un rosal


Rosa. Introducción

Al borde del camino del mundo hay un rosal muy grande, infinito,
que se alza hacia el inmenso azul: [sus rosas no se abrieron desde la
tierra, hay que hacer mucho camino para acercarlas y vivir].
Por el camino del mundo pasa la humanidad como ola de carne.
Hay quien en el tiempo de las luces al avivar el rosal inmenso siente
curiosidad y amor hacia él y hacia sus rosas y se enamoran, como es tan alto
tan alto, piensan, y el pensar les desconsuela, pero sienten el deseo de alcanzar el
último ramaje que de la tierra no avivan y trepan, trepan por el rosal, trepan enamorados,
y mientras trepan ven que el mundo es pequeño y que la tierra es fea y ven la humanidad
que se arrastra, que pasa como ola de carne, siente que su corazón late de amor
cada vez más, y trepan, trepan por el ramaje, enamorados.

Quizá si tanto se encaraman, caerán, quizá después no sabrán bajar y, enredados
en sus espinas, tendrán que morir, olvidados, sin haber oteado sus rosas.

Mas ellos ya lo saben y no quieren pensar en esto, ellos sólo piensan
en el instante, porque éste existe y piensan en un mañana casi siempre
imposible, que ellos se han forjado y por el que trepan al rosal, enamorados,
y por eso disfrutan de la vida y la comprenden. ¿Quién sabe?, quizá [el día del ocaso]
antes no venga el día de su caída, el ocaso ¿ya habrá llegado? ¿qué ganarían preocupándose?

Hay quien habiendo seguido el camino [que conduce] rosal arriba sin reparar en nada,
sin prevenirse, sólo siguiendo y escuchando los latidos de su corazón enamorado, antes,
mucho antes de avivar el último ramaje; caen a veces por su deslumbramiento, a veces
porque bajo ellos la humanidad como ola de carne se empuja en el camino del mundo,
y ellos han querido huír encaramándose en el aire, quizá demasiado en el aire por lo abajo
que está la humanidad y la humanidad no los ha comprendido y han de morir, y mueren, mueren
con el corazón atravesado por una de las mil espinas del rosal que se alza al borde del camino del mundo y que conduce a unas rosas que desde la tierra no se abrieron.

Y éstos, con el corazón sangrante, mueren sonriendo pues aunque su cuerpo ha vivido menos y peor que la humanidad, su corazón y su alma han vivido eternamente y han gozado de las dulzuras incomparables del crear, el mal punzante de la espina de ese rosal aún les place y, mientras mueren, ruegan a Dios que les vuelva a hacer nacer [vivir] para volver a morir con la misma espina.

II

2. Han muerto sedientos del vivir [y que después de haber seguido el camino del rosal, el camino] que traen aquellas rosas que desde el mundo se abrieron y para volver a seguir el mismo camino y para volver a morir con la misma espina.

La alucinación de una mano...




Leopoldo María Panero

La alucinación de una mano,
o la esperanza póstuma y absurda
en la caridad de la noche.





A Isa-belle Bonet
«Todo el bienestar del mundo
lo encuentro en Suleika
cuando la achucho un poco
me siento digno de mí mismo;
si me dejara -perdería los ojos.»
(Goethe, Diván oriental-occidental)



Una mujer se acercó a mí y en sus ojos
vi todos mis amores derruidos
y me asombró que alguien amase aún el cadáver,
alguien como esa mujer cuyo susurro
repetía en la noche el eco de todos mis amores aplastados
y me asombró que alguien lamiese en las costras
todavía
tercamente la sustancia que fue oro,
aquello que el tiempo purificó en nada.

Y la vi como quien ve sin creerla
en el desierto la sombra de un agua,

la amé sin atreverme a creerlo.

Y la ofrecí entonces mi cerebro desnudo,
obsceno como un sapo, obsceno como la
vida,
como la paz que para nada sirve
animándola a que día tras día lo tocase
suavemente con su lengua repitiendo
así una ceremonia cuyo sentido único
es que olvidarlo es sagrado.


"Narciso en el acorde último de las flautas" 1979